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La expansión postuma del original

Por Alejandra Celedon/ Ph.D. Architectural Association

 

Las cosas a las que estamos acostumbrados son las más difícil de conocer –como nos ha mostrado la filosofía, son las más difíciles de ver como un problema–. A veces es necesario que nos las muestren extrañas, distantes, o fuera de lugar, para realmente verlas, y más aún, conocerlas. Esta es precisamente la operación que ejecuta la artista María Gabler en su exhibición Mirador en la Galería Tajamar.

 

Dos acciones principales son las que realiza al reproducir la planta en hexágono de la galería misma, al modo de un espejo. La primera es la de transgredir el límite de una forma absoluta, cerrada e ideal, pero que al mismo tiempo está cargada con valores de reproducibilidad, eficiencia y economía. La segunda operación, y parte de la primera, es transgredirlo mostrándonos su opuesto –o uno de sus posibles negativos–. La obra reproduce, o más bien traduce, de manera invertida (o subvertida) el propio espacio de la galería a escala 1:1.

 

La galería es parte de una serie de volúmenes hexagonales destinados originalmente a locales comerciales, hexágonos que vemos repetidos no solo en las plantas sino que también en pavimentos interiores, exteriores y cubiertas. En tamaño y forma idénticas, la reproducción de María Gabler nos revela lo invisible. La artista re-construye el hexágono original, extruido en pilares de acero, cubierta de hormigón, vitrina vidriada en todo su perímetro y techo piramidal, con un volumen completamente opaco e impenetrable del material de construcción menos “noble” y jamás de terminación: paneles de manera reconstituida OSB. Lejos de la estética del hormigón y el vidrio, la de la artista es cruda, barata y, paradójicamente, quizás más honesta que los ideales del movimiento modernos con respecto al material. Este otro hexágono, o su reflejo, incorpora la nueva lógica material y estructural de pies derechos y placas estructurales. Es el mismo volumen, pero otro, que al trastocar el original (o los originales) y al encontrarse ambos vacíos, precisamente nos hace verlos como si fuera la primera vez. El nuevo hexágono, impenetrable en vez de vitrina y primitivo en vez de tecnológico, se puede recorrer por fuera, y a pesar de que se encuentra unido al original nunca se puede acceder a él; nunca podemos porque este ya se encuentra en un nuevo lugar.

 

El hexágono perfecto que introdujo Buckminster Fuller con la Dymaxion House en 1927 simbolizó la racionalidad tecnológica, eficiencia ambiental y funcionalidad propia de su tiempo. La recreación que nos presenta María Gabler transgrede todas estas lógicas: material, funcional y racional, por códigos más primigenios en un nuevo lenguaje. Un acto puro –y productivo– de traducción. No es que los visitantes no entiendan el lenguaje original sino que como nos propone Walter Benjamin esta no sería la única razón posible para repetir “la misma cosa”, sino que la traducción es ante todo una forma en sí misma: “la vida del original alcanza en ella su expansión póstuma más vasta y siempre renovada”.

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