Lo posible, lo real y lo necesario
Por Sergio Rojas
Los objetos que configuran nuestro entorno cotidiano desaparecen en su utilidad. Sumidos como estamos en la disponibilidad instrumental de las cosas, el silencio de un mundo domiciliado nos parece tan natural como su “amanualidad”. Cercanos por su dócil familiaridad pero a la vez distantes en su inamovible función, los objetos nos devuelven el rostro de un sujeto que se define por resolver técnicamente el mundo, por domesticar la materia y su gravedad mediante las formas que hacen posible un universo en que la vastedad de los paisajes desparece, dejando en su lugar los mobiliarios de anónimos habitantes. No termina de sorprendernos el hecho de que seamos capaces de disponer de las cosas y generar cercanías en un universo de fuerzas y magnitudes cósmicas. Operando con cera, mármol, plasticina, metal, vidrio y plumavit, la artista reflexiona irónicamente esa familiaridad que ahora –en esta sala- por un momento nos extraña. Porque en medio de esa cercanía de los objetos funcionales, emerge un ambiente poblado por un orden de semejanzas en que “el original” ha sido expulsado. Lo real está hecho de lo necesario objetualizado, pequeñas urgencias cotidianas que las cosas se adelantan a aquietar. Una realidad cuya posibilidad ha sido definida por una imaginación que es ella misma hija de la industria, como para “ahorrarnos” las angustias del origen y eximirnos por un momento de la responsabilidad de desplegar un telón sobre la nada. No hay aquí una crítica de la técnica, sino, paradójicamente, una poética del silencio, una serena meditación en el taller de las formas cotidianas.